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Mostrando las entradas de julio, 2025
Las melodías del atardecer, entran por mi ventana. Me baño en su luz, brilla en mi.  Me convierto en árbol, otra vez, por vos mi río.  Renacer cada día, aprender cada día... Renazco del dolor, lo atravieso, ya es parte de mi. Al final del día, siento que le he ganado un día más. Es como soñar, es como vivir...
Los jinetes de la luz volverán... O eso dicen mis sueños. 
Nadie nos enseña a amar, tampoco a despedir. Menos aún nos preparan para el dolor.
Feliz de escuchar los truenos, feliz de sentir la lluvia en mi rostro. Me siento en calma... Rompió la monotonía, la odiosa rutina. Ya no siento los ecos... No me importa caminar mojado, ni con barro en los pies.
Suena el frío, cruje la hojarasca al caminar, en este bosque que no es mio.  Puedo escuchar el crepitar de mis huesos. Mis labios, quebraron al anochecer. Soy como el río, o eso creía, hasta que llegó el invierno. Las rocas han perdido el calor, ya no te siento aquí.  Tu voz, el viento se ha llevado. Cierro los ojos y mis recuerdos ya no están. Apenas recuerdo tu nombre. El bosque se vuelve espeso. La luz apenas atraviesa las copas de los árboles, tiviamente. Con cada paso que doy, se que no volveré. Con cada paso, dejó de extrañar... con cada paso, me alejó más de mí. 
 Mirando el piso, jamás verás las estrellas...
Somos un cuento, uno mal redactado. Gastando hojas y tinta, jugamos con las palabras, para crear y adornar la verdad... y las mentiras. Qué bien se nos da, crear el engaño, con el fin de brindar luz, y esperanza. Sacar la belleza, hacerla relucir. Juguemos a mentir, a decirnos la verdad.
Un caballo rojo, cruzó el cielo del desierto. Por su boca y nariz, escupiendo fuego... y yo sigo acá sentado, soñando con vos... te veo en cada noche. Nadie, nunca, podrá donarlo. Su sed es insasciable, así como su tranco. Las brujas habían sido quemadas por su aliento. Ellas sabían todos sus secretos, así como su miserias. Y sino las inventaban. Nunca tuvo alas como un pájaro, pero eso no le impedía volar... sin rumbo sin destino.  Me fui a vivir al océano, sin playas. El era él dios nuevo de este mundo, en ruinas.
Nubes de fuego, danzan en el cielo. Presagios de dolor, dicen... los sabios qué miran el cielo. Sólo sombras en la tierra... ¿Adónde fueron los soñadores?, ¿y los niños que les gusta jugar?. El mundo está lleno de fantasmas. Réplicas de réplicas... Mientras el lobo aúlla a la noche, al cielo, a la soledad, la víbora cascabelea, antes de actuar.  Si crees en el demonio, tal vez creas al demonio, o ya lo eres, sin darte cuenta.
Soy la semilla que cayó de un árbol. Soy el sol que nace en primavera. Soy parte de la lluvia y de la tierra. Soy parte de todo, soy el universo, soy la vida. Soy el viento que me arrastrasto dejos del vientre, para poder nacer... soy parte de una flor, así como del fruto. Saciaré tu hambre, así como la sed. Sino estás aquí, moriré al sol... Abrázame en tus manos... seamos parte de un todo.
El hombre de sal, que viajaba en la luz, recorriendo mundos, surcando estrellas... decidió bajar del cielo y reposar en la tierra. Su angustia de no encontrar nada en el universo, solo silencio, no tenía consuelo. Las estrellas se habían apagado, otras se habían extinguido, hacía mucho tiempo. No había música, ruido, en todo el espacio. Sólo soledad, angustia y su dolor. Tal vez, en este suelo, encuentre lo que buscaba. Tal vez, un pequeño consuelo aunque sea, o sólo un refugio.  Tenía el poder de viajar por universos, mundos, ciudades, con un simple pestañeo. Tenía el poder que todo el mundo quisiera, pero el quería todo lo que él mundo tenía. 
Fuimos tan crueles, hasta destrozarnos. Nos arrancamos el corazón.  ¿Y a dónde fue el amor?... Al final, ni un pedacito quedaba.
Soy el miedo que abrazas, soy el miedo que arraza con todo tu ser. Soy la sombra, tu sombra... Soy la caja que guardas con recelo, la caja que no quieres que encuentren. Tampoco la quieres abrir. Soy el grito encerrado en los muros, soy el murmullo detrás del cerrojo. Soy los gusanos que labran la tierra, los gusanos qué se esconden detrás de una bella fruta.  Soy la bestia que tienes miedo de liberar... Yo soy el fuego qué alimentas, soy la ceniza de tu cenicero, el clavo de tu ataúd.  Estoy siempre ahí, aunque no me veas, siempre al acecho.